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martes, 24 de febrero de 2009

Siete habitos de las mujeres altamente orgasmicas

Este artículo lo escribió Karen, que es casi de mi edad. Tiene partes interesantes. Lo traduje para ustedes:
Admitiré que estos no son hábitos, en realidad, mas bien son prácticas o cualidades, tal vez virtudes de las mujeres orgásmicas. Para las damas, pregúntense a ustedes mismas: "Personifico estas cualidades y que puedo hacer para practicar estas virtudes e ideas?" y para los hombres (o lesbianas) pueden preguntarse, "Mi pareja muestra en el modo como piensa y actúa el ser una mujer altamente orgásmica? Cómo le puedo hacer conocer este mensaje y hacerla reconocer que necesita prestar atención en esta parte de su vida en lugar de poner toda la presión de su satisfacción personal en mi?"
1) No Vergüenza.
Una mujer altamente orgásmica ama su cuerpo. Ella considera el aplicar loción a su piel reseca en invierno como un momento de masaje propio que... puede conducir a más, si juega sus cartas correctamente.
Ella ama su cuerpo y minimiza sus defectos en su propia mente. Esa no es una panza de cerveza, es una almohada para un amante. Sus pechos no cuelgan, ellos amorosamente descansan sobre dicha almohada...porque quién no quisiera deslizarse contra ella. Además, cuando los metes adentro de un hermoso brassiere, esas damas obtienen un escote que detiene el tráfico!
2) Conoce tu cuerpo.
Una mujer altamente orgásmica conoce su cuerpo. Ella conoce la profundidad relativa de su vagina. Ella sabe que ángulos le funcionan y que partes prefieren mas masaje interno. Ella conoce y acepta la capacidad de amplificación orgásmica del ano. Ella sabe lo que le gusta y como obtenerlo.
3) Practica Sexo a pesar de.
Una mujer altamente orgásmica tiene la flexibilidad emocional de cambiar su ánimo para deshacerse de un asunto trivial y continuar. Habla de eso después de haberse satisfecho y su hombre tiene mejores posibilidades de ver su punto de vista. Ella entiende el poder de la pacificación y tampoco se niega su propio placer para probar su punto.
Además le encanta el sexo y lo hace una prioridad.
4) Actitud sexual.
Una mujer altamente orgásmica esta en contacto con su actitud sexual y tiene una opinión y posición sexual personal, emocional, lógica y racional que le afectan a ella y al mundo.
Ella piensa acerca de estos asuntos y en una base diaria, semanal, o periódica encuentra revelaciones únicas y sorprendentes acerca del sexo y el mundo, porque está en su mente.
5) Imaginación y Fantasía:
Una mujer altamente orgásmica tiene la habilidad de imaginar y desarrollar fantasías acerca del sexo. Ella sabe que esto le ayuda a excitarse y que decir estas fantásticas historias a su pareja también pueden excitarlo a el. Una mujer altamente orgásmica tiene una fantasía actual lista para sus sesiones masturbatorias, y una que pueda usar con su pareja que los incluye a ellos y quizás a una amistad de su elección.
6) Sin reservas y abierta
Una mujer altamente orgásmica tiene pocos filtros. Ella habla de lo que piensa, da instrucciones al momento, ella sugiere posiciones. Ajusta su nivel de discusión obscena dependiendo de la audiencia, pero se revela cuando es apropiado (o inapropiado, a veces no le importa)
7) Disciplina
Una mujer altamente orgásmica tiene la disciplina de practicar cada día. La masturbación es práctica para una mujer altamente orgásmica para que su pareja pueda experimentar la habilidad completa de su cuerpo y llegar al más alto nivel. Solo porque tienes músculos en el brazo no significa que puedas cargar una pesa de 50 kilos y pasarla sobre tu cabeza la primera vez que lo intentes. Igualmente no puedes esperar de tu vagina haga lo que ningún otro grupo de músculos no puede hacer. Practica tus ejercicios Kegel y mastúrbate por anticipado para la siguiente vez que tengas sexo con otra persona y te sorprenderán los resultados. Recuerda, mientras más sexy te sientas, más sexo querrás para ti.
Mientras más lo hagas contigo misma, te sentirás más cómoda haciéndolo con alguien más. Mientras mas confortablemente lo hagas con alguien más, más disfrutarás el sexo. Mientras más disfrutes el sexo, mas apta eres para hacerlo. Mientras más lo hagas, te sentirás mejor, asi que ten sexo después de cada alimento! Y quien sabe, si todo mundo se acuesta, tal vez lleguemos a la paz mundial.

domingo, 22 de febrero de 2009

Dualidad

¿Quien puede explicar un sentimiento que viene por partida doble? ¿Quien define lo que uno siente? ¿Es decisión propia, resultado de nuestra historia, destino?
A veces ni en los libros podemos encontrar la descripción de lo que pasa en nuestra alma.
Quisiera poder explicar que es lo que sucede en mi interior, en mi alma, que acongojada, confusa, se revuelve en dualidades, en sentires, en dicotomías.
Difícil de expresar: monstruoso, perverso, traición, infidelidad, cruel, mentira, engaño. Todas esas cosas se dicen de la situación en la que vivo. Y ninguna describe los sentimientos que alberga mi alma, que me trastornan y me dejan sin sueño, pero que a la vez me excitan, me apasionan, me dan fuerza, me causan adicción, me dan placer y hacen mi corazón latir con la buena cantidad de adrenalina que corre por mis venas.
¿Es posible esta dualidad? ¿Es sostenible? ¿Es reflejo de algo más profundo?
¿Es posible amar a dos hombres a la vez?
¿Existe la posibilidad de auténticamente no querer prescindir de ninguno de los dos? ¿Es exceso de ambición?
¿Como le explico a mi corazón que lo que siente no es posible? ¿Que la sociedad no se construye de esa manera, que es una aberración, una abominación? ¿Que cada oveja debe estar con su pareja y ya?
Será que todas esas definiciones y adjetivos vienen de fuera, alguien las dijo, con buenas razones, para mantener el orden.
Sin embargo, sigue siendo el pecado que más se confiesa en México.
¿Y si no fuera pecado, ni abominación, ni traición? ¿Si fuera una parte normal de la vida de muchas personas?
¿Como se podría controlar?
-Puedes ser infiel, siempre y cuando no cambie tu estado civil y nadie se entere.
-Puedes amar a dos hombres, siempre y cuando los hijos sean solo de uno.
-Puedes amar a dos mujeres, siempre y cuando no descuides tu relación con ambas.
Uno en la noche, en la oscuridad, otro en el día, a plena luz: sus besos se confunden, sus cuerpos me poseen, me comparten, se reparten equitativamente. Me arrancan suspiros, gemidos, orgasmos, siempre alternadamente. Me penetran, me lamen, me hacen suya. De maneras distintas, pero ambas apasionadas. Me acarician, me recorren, con pasión, con amor, como virtuosos tocando un mismo instrumento. Y pareciera que ha sido siempre así, desde el inicio de los tiempos. Como si mi destino fuera compartir mi cuerpo y mi corazón con dos hombres.

sábado, 21 de febrero de 2009

¿Qué hago ahora?


Dónde pongo lo hallado
en las calles, los libros, las noches,
los rostros en que te he buscado.
Dónde pongo lo hallado
en la tierra, en tu nombre, en la Biblia,
en el día que al fin te he encontrado.
Qué le digo a la muerte tantas veces llamada
a mi lado que al cabo se ha vuelto mi hermana.
Qué le digo a la gloria vacía de estar solo
haciéndome el triste, haciéndome el lobo.
Qué le digo a los perros que se iban conmigo
en noches pérdidas de estar sin amigos.
Qué le digo a la luna que creí compañera
de noches y noches sin ser verdadera.
Qué hago ahora contigo.
Las palomas que van a dormir a los parques
ya no hablan conmigo.
Qué hago ahora contigo.
Ahora que eres la luna, los perros,
las noches, todos los amigos.

jueves, 19 de febrero de 2009

No es nada de tu cuerpo


No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca —tu boca
que es igual que tu sexo—,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada —¿qué es una mirada?—
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines

miércoles, 18 de febrero de 2009

Bestia


Soy transparente.
Me puedes oler muy bien.
Desde que me presento,
No tengo que hablar para darme a entender.
Mis ojos te lo dicen todo.
Mi boca arrulla lo que pienso.
Sabrás que es lo que siento,
Con sólo tocar mi piel.
No muerdo, ni acaricio.
Sólo hiberno todo el tiempo,
En mi jaula de almohadas,
Dónde nadie sabe la verdad.
No tengo voz para decirlo,
Por eso vengo y te lo escribo.
He deshonrado a mis principios.
Nunca he tenido la furia de un león.
Siempre tomando el camino corto,
Como él me enseñó.

sábado, 14 de febrero de 2009

Reencuentro

Hace años que no estábamos solos en casa. Después de la boda a la que asistimos ayer, sin niños, recordamos como disfrutamos estar juntos.
Eres un excelente bailarín, y mientras girábamos en la pista, al ritmo del rock and roll, las miradas de todos los invitados no se apartaban de nosotros.

-Que bien se mueven, bailan increíble, nos dijo un comensal cuando regresamos a nuestra mesa.

Como te gozo, cuando nos deslizamos, los cuerpos unidos, en perfecta sincronía, olvidándonos del mundo a nuestro alrededor. Mi rostro apoyado en el tuyo, bañados en sudor, después del baile agitado, ahora moviéndonos al ritmo del danzón. Los corazones unidos, los sexos pegados, separados por la ropa, pero sintiéndolos vivos, palpitando.

Hace mucho tiempo no nos divertíamos tanto. En las fiestas de boda se respira un ambiente voluptuoso, sensual, cargado de erotismo, los vestidos entallados, los escotes bajísimos, los cuerpos perfumados moviéndose, el aire cargado de alcohol, el deseo creciendo.

Tus manos subiendo y bajando por mi espalda, tocando mi cintura, sintiendo mi cuerpo, bajo el ajustado vestido negro, que resaltaba mis curvas.

Llegamos a nuestro hogar, en donde solo nos esperaba la perrita.

Nos metimos en nuestra cama, abrazándonos, a muy tempranas horas de la madrugada. El sueño nos venció, sumidos en la calidez de nuestros cuerpos.

Un beso en la boca me despertó. Lentamente, tu lengua recorría mis labios, tus labios acariciaban los mios, los tomaban, los jalaban. El deseo se acrecentaba, cuando abriendo la boca, tu lengua iba por la mia. Comenzaste a desnudarme, como te gusta hacerme el amor, gozando mi cuerpo, deslizando las manos sobre mis senos, sutilmente acariciando mis pezones. Tus caricias eran como un sueño antiguo, pero familiar. Suave, conocido. Tus manos me recorrían completamente, pausadamente, con calma, arrebatándome suspiros, tantas veces sentidos. Tus manos se detuvieron en mi sexo, que se abría y cerraba con voluntad propia. Lentamente me penetraste con tus dedos, mientras entraban y salían, haciéndome enloquecer. Con el pulgar frotabas mi clítoris, y sentía tu agitada respiración sobre mi rostro, mientras tus manos hacían el trabajo que tan bien saben hacer, que han hecho tantas veces antes de esta.

Mi respiración se hacía más rápida, más profunda. Con los ojos cerrados, me concentraba en mis sensaciones, mientras tu boca no daba respiro a la mía. Repentinamente un profundo gemido, saliendo de mi boca, separó nuestros labios, mientras sentía el orgasmo, alrededor de tus dedos.

-No te puedes venir adentro de mi, estoy muy fértil...

Tu pene entre mis manos, era un báculo rígido, curvado hacia arriba. Movías la cadera rápidamente, mientras jadeabas, completamente desquiciado de placer. Tu semen empezó a fluir a borbotones, mientras gemías. Siempre me sorprende ver la gran cantidad que emites.

Abrazados, saciados, nos volvimos a besar.

-Te amo, te amo, te he extrañado tanto... -te dije

Con los ojos cerrados, tus manos recorrían mi espalda. Como disfruté poder decir te amo, espontáneamente, verdaderamente, con el corazón, después de hacer el amor, con mi esposo, con el hombre de toda mi vida

lunes, 9 de febrero de 2009

La primera vez que cogimos

Nuestra primera vez sucedió en tu casa, en tu cama, porque decidimos que me ayudarías a imprimir el trabajo final para aprobar tu materia. Ingenuo pretexto para estar juntos a solas.



En esta ocasión, la descripción de ese primer encuentro, principio de muchos otros, la haces tu mismo, en un mensaje que me escribiste hace muchos años:


Sabes, estaba re-leyendo algunos mensajes tuyos. Y me di cuenta que me encantan. Supongo que esto es solo una parte del hecho de que tu me encantes. Pero en general eres tan directa, tan clara. No por eso simple, al revés, terriblemente compleja en tu sabiduría cotidiana, en tus deseos transparentes. Te ríes con una espontaneidad genuina, adorable. En fin, no es nada mas que te este haciendo una declaración amorosa, es también una aceptación de cuanto me gustas. Es un poco una disección parcial de porque me gustas tanto.

Dentro de esta frescura y esta transparencia hay cosas que dices, o que me escribes que son increíblemente eróticas. Por ejemplo, me acuerdo perfecto el primer día que cogimos.

Estábamos en mi cuarto y todavía no acababa el semestre, así que en general yo me sentía un poco cortado. Claro, no tanto como para abstenerme de besarte y tocarte y desnudarte. Después de un rato, trate de bajarte los pantalones. Me tuviste que ayudar un poco porque el paso de tu cintura a tu cadera no es un trayecto sin sobresaltos.

Así, con la playera todavía puesta, aunque con el brasier desabrochado, mis manos buscaban tus pechos. La mitad de tu cuerpo desnudo, la de abajo. La otra mitad vestida. Rápida, y un poco torpemente me puse en igualdad de condiciones y entonces me recline sobre la cama, boca arriba. Te atraje a mi y te coloque encima. Y así, a los pocos minutos de haber empezado a fajar, el segundo día en que te bese, y mientras mis manos titubeaban entre tus pechos y tus nalgas, te la metí poco a poco.

Todavía no salía de la sorpresa de encontrarme dentro de ti, consumido por el deseo acumulado de observarte en clase muchos días, cuando tu te detuviste súbitamente. Te levantaste un poco, te quitaste los rizos que te cubrían la cara. Sentada sobre mi, recién penetrada, tu rostro tenia unas mejillas encantadoramente sonrojadas. Tus ojos tenían una expresión que mezclaba sorpresa, dolor, placer y lujuria. Te detuviste sobre mi, me miraste
fijamente en los ojos, una mano sosteniendo el pelo lejos de la cara, la otra apoyada en mi pecho. “Estamos cogiendo”, dijiste.

Oírte decir eso, en esas condiciones fue como una fulminación erótica. Casi me vengo en el acto.

De la misma manera hace unos días escribiste “Te mando besos en lugares indiscretos”.

Este tipo de cosas que dices, me hacen sentir un placer doloroso que entra por la punta de la verga. Que haces que ella se aviente sobre la ropa gritando tu nombre. Llamándote a llamaradas.



Ahí termina tu relato... Éramos tan jóvenes, teníamos tan poca experiencia. Tu descripción, después de tantos años me parece tan dulce, tan romántica, tan inocente... la vida ha dado tantas vueltas, hemos cambiado tanto... Pero como tu dices, aunque no somos los mismos, somos algo parecido a lo que fuimos...

sábado, 7 de febrero de 2009

Escapándonos

Decidiste que como parte del curso, era necesario hacer una visita a una ciudad cercana, con tus alumnos, donde había una planta de fabricación de automóviles.

Ese día, yo no llevaba coche a la universidad. Que mejor lugar para viajar, que pedirte me llevaras en tu auto contigo. Otra alumna más tuvo la misma idea que yo. Yo iba en el asiento del copiloto, y la otra compañera en la parte trasera. Nos ibas contando durante el camino, la película Belle Epoque. Yo iba embrujada, escuchándote.

Llegamos a la planta, y comenzamos a recorrerla. Recibíamos la explicación de como se armaba un auto. Como adolescente, te acercabas a mi, y me comentabas cosas, esperando a que los demás alumnos se adelantaran. En cuanto veías la oportunidad, me abrazabas y besabas, tratando de ocultarte de mis compañeros. Yo todavía no podía creer ser el centro de tu atención, pero me dejaba hacer, era un juego magnífico. Me calentabas, me tocabas, buscabas la oportunidad, al aire libre, de poner tus manos sobre mi cuerpo, cuando los demás desaparecían del alcance de la vista.
Todavía hoy me sorprendo de los riesgos que corríamos. Era un juego peligroso, pero increíblemente excitante.

Cuando la visita concluyó, los dos, individualmente, estábamos seguros de que no queríamos regresar en el auto con la otra alumna. No puedo recordar que fue lo que le dijiste para que se fuera con alguien mas.

Finalmente nos encontramos, de regreso a la ciudad, tu y yo, solos en tu coche. Estabas eufórico, me platicabas alegremente, no podías quitar la vista de mi. Repentinamente, detuviste el auto, en un parador en la autopista, y nos bajamos. Era un lugar boscoso y frío.

Tomaste tu cámara, y comenzaste a fotografiarme. Al parecer estabas encantado con mi trasero, me pedías que me pusiera de perfil, me tomabas desde atrás, repetías la toma una y otra vez. Te acercabas, me besabas, me tocabas, recorrías con tus manos mi cuerpo, amasando mis nalgas, tocando mis senos, y yo me moría de deseo. No entendía bien como era posible que tu hicieras todas esas cosas y que yo lo permitiera. Era una fuerza sutil pero poderosa, que nos atraía mutuamente. Yo no te tocaba a ti, pero no tenía la voluntad ni las ganas de tratar de evitar que tu me magrearas descaradamente. Hundías tu lengua en mi boca, y recuerdo que por primera vez, noté que no cierras los ojos cuando me besas. Cuando nos reencontramos, varios años después, una de las cosas que más regocijo me causó, fue darme cuenta de que lo sigues haciendo.
Respirabas ruidosamente sobre mi rostro, mirándome con esa expresión de deseo, la misma que aún observo en ti, y que me hechiza, sin dar una explicación, sin hablar, sin que mediara palabra.
Regresamos al auto, y yo no quería romper el encanto. No te preguntaba que pretendías o a donde nos dirigíamos. Sabía que lo que fuera que estuviera sucediendo, no tenía futuro, porque en unos meses, muy pronto, te irías a otro país a estudiar la maestría. Me limitaba a gozar esa experiencia brutalmente erótica. Un par de veces mas, detuviste el auto en la carretera, y te avalanzaste sobre mi, besándome y tocándome. Mirándome con esos enormes ojos tuyos, enmarcados con unas rizadas y negras pestañas, que me derriten por completo.

Dicen que nunca hay que confiar en una persona que no cierra los ojos al besar. Muchas veces, con dolor, me doy cuenta de la verdad de esas palabras.

jueves, 5 de febrero de 2009

El inicio de nuestra historia

Todo empezó en la universidad.

Todas en el salón, nos derretíamos por ti. Eras la fantasía erótica general.

Recuerdo los comentarios que hacíamos las otras chicas y yo... Que delicia de hombre, que maravilla de profesor, me imagino su polla... Que ojos, que pestañas, la espalda, que rica boca...

Yo te miraba, tan guapo, tan elocuente. Con tu camisa color salmón, que resaltaba tu piel morena, y el candado negro que formaban tu barba y bigote.
Un día me pediste que pasara a resolver un problema al pizarrón.

Traía puestos unos mallones apretadísimos, que delineaban mi perfecto trasero, erguido y redondo, y una blusita blanca, que llegaba arriba de mi ombligo de universitaria. El cabello castaño ensortijado, que caía a borbotones sobre mi espalda. Sabía que todos aullaban internamente cuando me veían pasar por los pasillos de la universidad.

Y tú no eras la excepción. Recuerdo cuando terminé de resolver el problema, que volteando a verte, noté tu descomunal erección.

En ese momento te seduje. Una vez me confesaste los problemas en los que te metí ese día, en que no podías levantarte de la silla, atrás del escritorio, después de tenerme tan cerca.

En una ocasión, después de clase, jalaste mi mochila azul hacia abajo, cuando pasabas junto a mi.

-¿Te gustaría tomar un café conmigo algún día? -preguntaste-
-No puedo, tengo novio... -respondí-
Sentía una enorme satisfacción de saber que era la elegida, que de todas las alumnas, me preferías a mi.

Recuerdo el día, mientras estábamos corrigiendo una parte del trabajo final, que estábamos sentados uno al lado del otro, profesor al lado de la alumna, pupitres contiguos. No había nadie más en el salón, íbamos entrando de uno por uno. Yo era de las últimas en haberme anotado a la corrección. Nuestros brazos se rozaban, y comentabas mi trabajo. Sin dudarlo, me miraste fijamente a los ojos. Acercaste tu rostro y comenzaste a besarme en la boca. Muy suavemente tus labios se posaron sobre los míos. No podía creerlo, mi corazón latía rápidamente, mi sexo se hinchaba, sentía que me fundía, me empapaba, y la adrenalina corría por todo mi cuerpo, pensando que afuera estaban mis compañeros, que alguno podría entrar en cualquier momento... Y descubrirme mientras el profesor me besaba. Era deseo puro y primario que me recorría por completo. El mismo que siento, después de tanto tiempo.
Recuerdo la increíble excitación que sentía, presagio de cientos de veces en que me entregaría a ti, que sería tuya, después de ese día.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Madame Bovary


Se repetía: “¡Tengo un amante!, ¡un amante!”, deleitándose en esta idea, como si sintiese renacer en ella otra pubertad. Iba, pues, a poseer por fin esos goces del amor, esa fiebre de felicidad que tanto había ansiado.Penetraba en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio; una azul inmensidad la envolvía, las cumbres del sentimiento resplandecían bajo su imaginación, y la existencia ordinaria no aparecía sino a lo lejos, muy abajo, en la sombra, entre los intervalos de aquellas alturas.Entonces recordó a las heroínas de los libros que había leído y la legión lírica de esas mujeres adúlteras empezó a cantar en su memoria con voces de hermanas que la fascinaban. Ella venía a ser como una parte verdadera de aquellas imaginaciones y realizaba el largo sueño de su juventud , contemplándose en ese tipo de enamorada que tanto había deseado. Además Emma experimentaba una satisfacción de venganza. ¡Bastante había sufrido! Pero ahora triunfaba , y el amor, tanto tiempo contenido, brotaba todo entero a gozosos borbotones. Lo saboreaba sin remordimiento, sin preocupación, sin turbación alguna.

domingo, 1 de febrero de 2009

Universitario

Llevo toda la noche recordándote.

Escuchando la música, que hace 17 años reuniste en un cassette para mi.

Y me da miedo, como si esta nostalgia fuera el presagio de algo terrible.

Aun recuerdo la hora ridículamente temprana en la que pasabas por mi para ir a la universidad. Decías que era para no encontrar tráfico. En realidad yo sabía que era para quedarte conmigo, platicando en el coche, un buen rato antes de ir a clases.

Recuerdo tus facciones perfectas de adolescente europeo. Tu físico delgado y atlético. Tus ojos vivaces de un verde esmeralda. La ira que tenías contra la vida, que se llevó temprano a tu madre, y que te dio una que no estaba a la altura de lo que necesitabas.

Estoy conmovida con el amor que sentías por mi, muy poco correspondido. Tranquilamente me esperabas, buscando la oportunidad de llegar a mi corazón.

Éste pertenecía a otro, pero tu no perdías la esperanza.

Recuerdo tu modo de protegerme, de celarme, de cuidarme. De ver que no me faltara material para los trabajos.

Especialmente me acuerdo de observarte jugando fútbol americano, y pensar que tu físico era el ejemplo perfecto de un cuerpo renacentista. Fuerte, delgado, proporcionado.

Regresan a mi mente los momentos en que tratabas de abrazarme, de sentir mi cuerpo pegado al tuyo, es todo lo que podías lograr de mi. De como me sentía acosada por tu insistencia

De las cenas que hacíamos con los amigos, una de las cuales aprovechaste para besarme, en contra de mi voluntad. De los viajes para realizar trabajos de la universidad.

Una vez casualmente dejaste un poema que escribiste para mi, a mi alcance, para que pudiera leerlo. No sabías muy bien como conquistarme. Los recados que nos escribíamos en clase.

Tengo que confesarte algo, algo que nunca sabrás: Me parecías increíblemente guapo. Me hubiera gustado probar suerte contigo. Pienso que si hubiéramos tenido hijos, estos hubieran sido especialmente hermosos.

Y ahora, que te veo en otro país, aún sin casarte, no puedo dejar de pensar, al ver tus fotos, en lo bien que te han sentado los años. Sigues siendo el ejemplo perfecto de belleza renacentista, ahora con un cuerpo de hombre, embarnecido, pero musculoso y delgado. La espalda ancha insertada sobre una cadera angosta.

Te observo desde lejos, y no puedo dejar de pensar en donde estaría ahora si te hubiera correspondido.


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